lunes, 14 de septiembre de 2009
Texto para la profundización y trabajo grupal - Semana 4
4ª Semana
El seguimiento de Jesús
en los primeros relatos del evangelio de Juan
El primer título dado a Jesús en el cuarto evangelio es el de “Rabí”, “Maestro” (Jn 1,38) que él acepta como título normal.
Jesús actúa como un maestro sin haber estudiado, es decir, sin haber ido a una escuela rabínica. Ésta es una queja que los jefes judíos hacen, oyéndolo hablar: “Los dirigentes judíos preguntaban extrañados: ¿Cómo es éste tan instruido, si no ha estudiado?” (7,15).
Jesús enseña (7,14.28; 8,20). Tiene su propia doctrina (7,16-17) que viene de Dios, y acerca de la cual fue interrogado por el sumo sacerdote Anás, en el juicio religioso: “El sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus discípulos y su enseñanza” (18,19). Este aspecto de la figura histórica de Jesús en el cuarto evangelio asume una amplitud y una profundidad totalmente nuevas con respecto a los sinópticos.
Jesús es mucho más que un simple rabí. Es un maestro en el sentido trascendental de la palabra. Se presenta como “el hijo del hombre” de la tradición escatológica . “Ha venido desde arriba” (cf. 3,31), “ha descendido del cielo” (cf. 1,14) como “enviado de Dios” (cf. 3,34) para revelar “las cosas del cielo” y dar testimonio de “aquello que ha visto y escuchado”. Él es el “Hijo de Dios” (cf. 3,34) “enviado al mundo, para que el mundo se salve por él” (cf. 3,11-32).
La idea de que Cristo ha bajado, ha sido enviado, constituye el eje teológico alrededor del cual giran todas las afirmaciones del cuarto evangelio.
Jesús se define a sí mismo delante de los judíos, como “aquel a quien el Padre ha consagrado y enviado al mundo” (cf. 10,36). Su misión coincide con su ser, porque “Él es la Palabra de Dios hecha carne” (cf. 1,14).
La respuesta que él espera de parte de las personas consiste en que lo reconozcan como el enviado de Dios y acojan sus palabras. De aquí que los seres humanos tienen que esmerarse en volverse sus discípulos (cf. 8,31; 15,8).
La palabra discípulo es frecuente en Jn. Para comprender su sentido y su alcance hay que tener presente el punto de vista propio de este evangelio, que intenta vincular el tiempo de la Iglesia con el tiempo de Jesús, o mejor, mostrar la permanente actualidad de la vida de Jesús, la cual conserva un valor eterno que ilumina la vida permanente de la Iglesia y de todo cristiano.
Por consiguiente, la misma palabra discípulo puede designar a los que pertenecieron al grupo histórico restringido de los Doce (6,70-71; 20,19-20), que Jesús había escogido para que lo acompañara en su vida terrena; pero puede también designar a los que creerán en Cristo, gracias al testimonio de los primeros discípulos. El uso que el cuarto evangelio hace de este término concuerda con el de los Hechos de los Apóstoles y corresponde a la mentalidad de la Iglesia primitiva.
La condición de discípulos que inicialmente era tan solo la de algunos seguidores específicos, se vuelve, en la teología del evangelio de Juan, la respuesta a la Palabra de Dios de parte de todos los que han sido elegidos para la Salvación.
1. La vocación al seguimiento de los primeros discípulos
El cuarto evangelio, al igual que los sinópticos, utiliza con frecuencia el verbo “seguir”. Este verbo asume diferentes matices en el evangelio. Sin embargo, son raros los casos en los que el verbo es utilizado en un sentido puramente físico y material. Por ejemplo, en 6,2 se dice que “una gran multitud seguía a Jesús porque veía los prodigios que hacía sobre los enfermos”. El contexto manifiesta que no se trata de un simple seguimiento físico: la gente, no obstante sus disposiciones muy imperfectas, lo sigue porque está atraída por la fuerza que emana de la misteriosa personalidad de Jesús.
El uso más característico del verbo “seguir” en este evangelio se halla en las escenas de los encuentros con los futuros discípulos y en las narraciones de vocación, en Jn 1,35-51.
Los textos de la narración de estas vocaciones están precedidos por un ambiente, un contexto que presenta el paso de Juan a Jesús. Este contexto está introducido por un estribillo que se repite tres veces y mantiene unidos entre sí los textos: “al día siguiente”. La figura que sobresale es la de Juan el testigo, quien presenta a Jesús con un título inicial: “Este es el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”, y uno al final: “Pues yo ya lo he visto y doy testimonio de que éste es el hijo de Dios”. Los dos títulos presentan el programa de la vida de Jesús: el cordero de Dios (cf. Ex 12,46) ubica la vida y la misión de Jesús en un contexto de Pascua; el hijo de Dios (cf. Zc 12,10) hace referencia a la muerte del hijo único. Ambos textos presentan a Jesús, el justo perseguido y muerto, salvado y glorificado por Dios (cf. Ap 1,7). Veamos el encuentro de Jesús con los primeros discípulos:
a. En el encuentro de Jesús con los primeros discípulos (1,35-40), la llamada de Jesús es propiciada por la intervención de Juan, el personaje estático, que la prepara. Gracias a la mirada penetrante y al testimonio profético, los dos discípulos dejan al maestro y siguen a Jesús, quien se presenta en movimiento. Las palabras de Juan constituyen la contraseña y la síntesis que convencen a sus discípulos .
Jesús inicia su primer contacto con los dos discípulos con una pregunta que revela en seguida su autoridad: “¿Qué buscan?” (1,38). Esto induce a los dos seguidores a precisar sus intenciones. La expresión “los siguientes” (“los que lo seguían”) indica que la situación de seguimiento se prolongará.
Esta frase, colocada al comienzo del evangelio, remite a las palabras de Jesús a los esbirros de los sumos sacerdotes en Getsemaní (18,4.7): “¿A quién buscan?” y a las dirigidas a Magdalena en 20,15: “¿A quién buscas?”. Todos los personajes del evangelio buscan a Jesús, pero con distintas intenciones.
También el lector que inicia la reflexión sobre el evangelio, y supuestamente va a ser discípulo, es invitado a preguntarse “¿qué busco?” y ver qué es lo que lo mueve en la búsqueda de Jesús.
La respuesta de los dos discípulos es precisa. Ellos aclaran que aceptan a Jesús como maestro. Como tal no contestan a su pregunta inicial sino que, según el estilo rabínico, hacen a su vez otra pregunta (1,38) “Rabí, que se traduce ‘maestro’, ¿dónde vives?” .
Jesús responde a la pregunta de los discípulos, invitándolos a hacer una experiencia. Es la llamada al seguimiento formulada por un imperativo directivo (1,39): “Vengan”, seguido de una promesa .
La reacción de los dos discípulos es descrita en forma narrativa con dos verbos: “fueron y vieron” (cf. 1,39).
La narración es sobria. No se describe el lugar donde Jesús habita, ni qué han hecho aquella tarde él y los dos seguidores. Lo que cuenta para el evangelista es el encuentro entre Jesús y sus primeros discípulos. Es una experiencia cuyo contenido es solamente indicado. Tan sólo hay un preciso recuerdo temporal (1,39): “Eran alrededor de las cuatro de la tarde”.
b. Del encuentro de los dos primeros discípulos se desarrolla una reacción en cadena que lleva a la conformación de un grupo de seguidores (cf. 1,41-50). ¿Quiénes son estos dos? Uno es Andrés, hermano de Simón Pedro (cf. 1,40). El otro es desconocido. De él no se dice nada. Estos dos primeros discípulos eran ya discípulos de Juan el testigo al que dejan para seguir a Jesús.
El texto narra un acontecimiento histórico. En él se perfila el modelo de toda vocación a ser discípulos de Cristo. Podemos agrupar los hechos esenciales de la siguiente manera:
Andrés y su desconocido compañero escucharon el testimonio de Juan el testigo mientras Jesús estaba pasando: “Ese es el cordero de Dios”, alusión al Siervo de Yavé hecha por Is 57,3. Su fe nace del testimonio dado por Juan y consignado en los textos autorizados. El otro discípulo permanece desconocido, como muchos otros discípulos del cuarto evangelio.
A raíz de las palabras del maestro se produce el abandono de Juan el testigo. Para seguir a Jesús, hay que dejar los demás maestros. Se inicia el seguimiento de Jesús. Seguir significa, en el cuarto evangelio, como en los sinópticos, hacerse discípulo.
La pregunta de Jesús: “¿Qué buscan?” constituye la primera palabra que él pronuncia en el cuarto evangelio. Si los discípulos no hubieran buscado algo que les hubiese hecho falta, no se habrían encontrado nunca con Jesús. Su persona satisface las esperanzas de esos hombres. En su encuentro de fe con Jesús, los discípulos toman conciencia de lo que están buscando, sin que antes, tal vez, lo supieran con exactitud.
c. Los discípulos de Juan se dirigen a Jesús llamándolo “rabí” y le preguntan dónde vive. La pregunta tiene un sentido teológico muy rico y se refiere a la persona de Cristo y su misterio. Jesús ha venido al mundo para revelar a los hombres dónde vive: el seno del Padre (cf. 1,18); y para llevarlos consigo: “donde yo estoy allí estará también mi servidor” (14,3; 17,24; 12,26).
d. La invitación dirigida a los dos discípulos es muy concreta: “¡Vengan y verán! (1,39). La palabra ver designa una contemplación penetrante e intuitiva de la mirada espiritual, mediante la cual se alcanza el objeto en su realidad más profunda, en su misterio, más allá de las apariencias externas. El evangelio de Juan presenta una especial pedagogía del ver y se vuelve una escuela de contemplación de la persona histórica de Jesús. El descubrimiento del misterio de Cristo, a través del gradual conocimiento, no se coloca en un plano puramente intelectual, sino que lleva a la vida de comunión con el Hijo de Dios, la cual consiste en vivir con él. Llegar adonde está Jesús y ver donde vive, para vivir con él son expresiones que describen la experiencia de un itinerario de fe propuesto a todos los creyentes. Juan profundiza la temática del seguimiento, interiorizándola, presentándola en una perspectiva de íntima relación con el Señor.
e. La esencia de la vocación del discípulo consiste en abandonar a cualquier otro maestro para ir detrás de Jesús. Lo siguieron en una búsqueda de fe, que se volvió cada vez más transparente y, finalmente se concretó en vivir con él.
2. La vocación de Pedro
La segunda narración (Jn 1,41-42) presenta en forma sucinta la vocación de Simón Pedro. Su encuentro con Jesús es propiciado por la intervención de Andrés su hermano. Andrés no puede callar el descubrimiento del día anterior y, lleno de alegría, comunica la Buena Noticia a su hermano y le grita: “Hemos encontrado al Mesías”. El rol de Andrés en este texto es igual al rol de Juan el testigo, en el texto anterior (1,35).
El encuentro directo de Simón con Jesús marca un cambio radical en su vida. Jesús, al cambiarle el nombre, que solamente el padre imponía al hijo en la circuncisión, ejerce sobre Simón el derecho divino que Dios ejercía sobre los profetas, cambiándoles el nombre, y adquiere sobre él el derecho reservado al padre natural de admitir a su hijo en su familia. La palabra de Jesús es para Simón un acto creativo que constituye una nueva realidad. El nuevo nombre de Cefas dado por Jesús a Simón es muy apropiado al rol de primacía de Pedro en el evangelio de Juan .
3. La vocación de Felipe y Natanael
La tercera narración (1,43-44) presenta en forma breve la llamada de Felipe y es la única llamada de Jesús no propiciada por intermediario alguno. La cuarta narración (1,45-50) se refiere a Natanael. Es la más larga de todas. La llamada de Natanael es propiciada por la actuación de Felipe (1,45), de la misma manera que la llamada de Simón había sido propiciada por la intervención de Andrés (1,41). De esta manera se concluye la descripción del primer grupo de discípulos nombrados por el evangelista: Andrés y el discípulo desconocido, Simón (hermano de Andrés y con nombre judío), Felipe y Natanael .
El diálogo que se establece entre Jesús y Natanael (1,48-50) pone en evidencia el itinerario de fe del discípulo a través de tres verbos: ver (1,48.50), conocer (1, 48) y creer (1,50).
“Estar debajo de la higuera” como “estar debajo de la vid” indica en el A. T. la vida tranquila transcurrida en la intimidad de la propia casa (cf. 1 Re 4,25; Mi 4,4; Zac 3,10). El Talmud afirma que los sabios rabinos solían sentarse debajo de un árbol para estudiar las escrituras y enseñarlas a sus discípulos. Natanael parece un intelectual serio, un investigador honesto.
La mirada profunda de Jesús sacude a Natanael, que hace una solemne profesión de fe mesiánica (1,49): “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel”. Felipe le había anunciado el encuentro con el “Hijo de José de Nazaret”. Jesús no rechaza la proclamación de Natanael , pero le anuncia una nueva fase en el descubrimiento de su identidad: “Verás cosas mayores que éstas”. Esta expresión encuentra su explicación en Jn 5,20 y en Jn 14,12 que se refiere a los discípulos. Estas promesas en el lenguaje de este evangelio hacen referencia a la realidad escatológica inaugurada por el Mesías que se realizará en el futuro.
Ya al final del texto el evangelista añade una sentencia dirigida a Natanael, pero que se refiere a todos los discípulos y a los destinatarios del evangelio (1,51): “Y añadió: En verdad en verdad les digo: verán el cielo abierto y los ángeles de Dios subir y bajar sobre el hijo del hombre”. Las dos imágenes unidas de cielo y ángeles se encuentran en el sueño de Jacob en Betel (Gn 28,12). En el texto de Juan, en lugar de la escalera, está el hijo del hombre. El sentido de la sentencia de Jesús puede ser éste: la plena y definitiva revelación de Dios se tendrá en el hijo del hombre, el Mesías histórico glorificado y entronizado en el cielo, adonde suben y de donde bajan los ángeles de Dios.
Hacemos notar que en este primer capítulo de Juan, dedicado a la presentación de las llamadas de los primeros discípulos, hay una serie de elementos históricos y simbólicos que revelan que el encuentro de los discípulos con Jesús se realiza siempre a través de un intermediario, de alguien que ya cree en Jesús y da testimonio de él.
4. Concluyendo…
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que estas primeras llamadas al seguimiento que relata el evangelio de Juan son tipo y modelo de toda vocación cristiana. La llamada se produce en la vida diaria, aún siendo una iniciativa de Dios. Una red compleja de relaciones humanas puede conducir al surgimiento de una vocación: el trabajo, el parentesco, la ciudadanía, la amistad. Sin embargo, la iniciativa es siempre de Dios: la llamada, la mirada profunda, la orden a seguir, el misterioso conocimiento de la vida personal. Estos signos prolongan en lo ordinario de la vida humana el misterio que se encuentra en Jesús mismo: hombre y Dios.
Para los evangelistas, el hecho decisivo que impulsa una persona a iniciar el camino del discipulado, es la presencia de Jesús que invita directamente o indirectamente al seguimiento. En la “Última Cena” Juan subraya una sentencia de Jesús: “No me han escogido ustedes a mí, soy yo quien los he escogido” (Jn 15,16). El discipulado es un don que viene de lejos y que puede tener varias mediaciones. El hecho de que el discípulo se haya puesto libremente en camino para llegar hasta Jesús, para seguirlo, para adherir a él, es sin embargo obra del Padre: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado” (6,44); “Nadie puede venir a mí, si el Padre mío no se lo concede” (6, 65).
Para la animación grupal
Resumen: Con la llamada, lo extraordinario sucede en lo ordinario
Jesús es mucho más que un simple maestro. Él se define a sí mismo delante de los judíos, como “aquel a quien el Padre ha consagrado y enviado al mundo” (cf. 10,36). Su misión coincide con su ser, porque “Él es la Palabra de Dios hecha carne” (cf. 1,14). La respuesta que él espera de parte de las personas consiste en que lo reconozcan como el enviado de Dios y acojan sus palabras. Para ello, propone a todos el hacerse discípulos.
La llamada se produce en la vida diaria, aún siendo una iniciativa de Dios. Una red compleja de relaciones humanas puede conducir al surgimiento de una vocación. Sin embargo, la iniciativa viene de Dios.
“Vengan y verán”: Llegar adonde está Jesús y ver donde vive, para vivir con él son expresiones que describen la experiencia de un itinerario de fe propuesto a todos los creyentes. El descubrimiento del misterio de Cristo a través del gradual conocimiento, no se coloca en un plano puramente intelectual, sino que lleva a la vida de comunión con el Hijo de Dios, la cual consiste en vivir con él.
La esencia de la vocación del discípulo consiste en abandonar a cualquier otro maestro para ir detrás de Jesús. Los primeros discípulos lo siguieron en una búsqueda de fe, que se volvió cada vez más transparente y, finalmente se concretó en vivir con él.
Pensar la propia vida
¿Qué te mueve a buscar a Jesús?
¿En qué “hora” de tu vida te encuentras? ¿A qué te invita Jesús en este momento?
¿Qué respondes a la invitación de Jesús: “Ven y verás”? ¿A qué te anima?
Pensar la comunidad
¿Qué otros “maestros” compiten en la sociedad con la voz de Jesús?
“Vengan y verán”: ¿podemos decir esto también nosotros? ¿Por qué? ¿Qué necesitamos hacer como Iglesia para que nuestra vida cristiana sea proclamación de la vida nueva que hemos encontrado en Jesús?
¿Qué obstáculos encontramos para responden como discípulos al llamado del Señor?
Oramos juntos
Yo te sigo, Señor.
He querido poner la mano en el arado
y emprender el camino que tú seguiste.
Haz de mí una persona recta.
Haz de mí una persona decidida
a no dejar rincones de mi vida
sin abrirlos al juicio de tu Palabra.
He decidido no volver la mirada atrás.
Porque es la tentación de quien cree que ya hizo bastante.
Porque es el pecado del que pudo hacer y no hizo.
Ayúdame, Señor, a ser fiel a mi opción por ti.
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