lunes, 14 de septiembre de 2009

Texto para la profundización y trabajo grupal - Semana 3




3ª Semana
El discipulado de Jesús
como comunión de vida con el Maestro


Las relaciones que Jesús establece con sus discípulos tienen una característica especial. Seguir a Jesús significa entrar en una comunión estable de vida con Él. A este respecto, es muy reveladora la narración de la “Institución de los Doce” en Mc 3,13-15: “Subió a la montaña, llamó a sí a los que él quiso. Ellos fueron tras él. Constituyó Doce para que estuvieran con él para enviarlos a predicar y para que tuvieran el poder de echar a los demonios”.
Hacemos notar la expresión: “para que estuvieran con él”. Comunión de vida y envío a la misión (predicar, echar los demonios) están íntimamente unidos. Constituyen un don irrepetible para los discípulos: primero, vivir continuamente junto a Jesús; y segundo, vivir en estrecha relación entre ellos. La misión no puede realizarse sin este “estar con Jesús”, que capacita al apóstol para representar verdaderamente a su maestro.

 Un maestro en tiempos de Jesús no establecía diferencias entre su enseñanza y su vida privada. La enseñanza que los rabinos impartían a sus discípulos no era de tipo puramente académico. Consistía en vivir personalmente en estrecha comunión con sus discípulos.
El discipulado se fundaba en una comunión de vida, una estrecha relación personal entre maestro y discípulos. Éste solía ser mayor que ellos en la piedad y observancia rigurosa de la Ley. El maestro formaba a sus discípulos no sólo con la interpretación de la Torah (Ley), sino también por la manera concreta con la cual él la practicaba. Los discípulos podían observar su coherencia o no con la doctrina que enseñaba y por lo tanto adherir a su enseñanza o dejarlo.
Este modo de formar ha sido bien descrito en el evangelio. Jesús vivió día y noche con sus discípulos, quienes podían observarlo, estudiar su manera de actuar, de orar y su conducta en las situaciones más complejas con los enfermos, los endemoniados, los sumos sacerdotes, los fariseos, los herodianos, el pueblo y con ellos mismos. Se encontraban con Él en todas las circunstancias de la vida. Fueron testigos también de su oración y recibieron un impacto tan fuerte por su manera de orar que le dijeron: “Señor, enséñanos a orar” (cf. Lc 11,1).

 Además los sinópticos afirman que Jesús tomaba como punto de partida de su enseñanza las circunstancias más concretas de la vida. Su enseñanza solía estar precedida por discusiones con los fariseos como aquella sobre las “Tradiciones de los Antiguos” (cf. Mc 7,1-13; Mt 15,1-11), o por una pregunta hecha por sus propios discípulos, o para corregir cualquier actitud reprensible. A veces era también una noticia de la cual todos hablaban, que se volvía para el Maestro ocasión de enseñanza (cf. Lc 13,1-3).

 La mayor parte de las parábolas fueron narradas con ocasión de algún acontecimiento o de una escena que tal vez los discípulos o la gente habían visto a lo largo del camino: un pescador, un pastor, un sembrador, un ama de casa, unos niños jugando, un campo lleno de cizaña, unos cosechadores, entre otras. Estas parábolas, reunidas a veces por los sinópticos en un único discurso catequístico (Mc 4; Mt 13; Lc 8), fueron, muy probablemente, propuestas por Jesús en ocasiones diferentes.
Es a través de esta vida en común, de esta enseñanza concreta desde la vida de cada día, como Jesús formó a sus discípulos para la misión a la cual los había llamado.

 En el prólogo de su evangelio, Lucas llama “testigos oculares” a los apóstoles y a los discípulos que Jesús había escogido: “Como nos han transmitido los que fueron testigos oculares desde el principio y luego se hicieron predicadores de la Palabra” (cf. Lc 1,2).
Esos hombres, que habían seguido a Jesús día y noche, viviendo junto con él, compartiendo sus condiciones de vida y observando su manera de actuar y de portarse en las diferentes circunstancias, tenían a su disposición un tesoro inagotable de impresiones y recuerdos. Estos constituyeron un anillo único en la cadena de la tradición. Este es el motivo por el que la Iglesia considera cerrada la Revelación con la muerte del último apóstol.



El discipulado de Jesús como participación en su destino

Seguir a Jesús no quiere decir solamente vivir en comunión con él, significa también participar de su destino. Este es un componente fundamental del seguimiento de Jesús, que completa y perfecciona los demás elementos.
Siguiendo a Jesús los discípulos tendrían que esperarse el mismo tratamiento reservado a su maestro: odio, sufrimientos, rechazo, persecución y muerte (cf. Mc 13,9-13; Mt 10,17-21; Lc 21,12-19).

 El texto de Mt 10,24-25 tiene estas sentencias de Jesús: “No hay discípulo mayor que (su) maestro, ni siervo mayor que su señor; es suficiente que el discípulo sea como su maestro y que el siervo sea como su señor. Si al jefe de familia lo han llamado Belcebú, ¡cuánto más a los de su casa!”. Ésta es la regla fundamental del discipulado. Es cuanto afirma el texto paralelo de Lc 6,40: “Un discípulo no es más que su maestro: terminado su aprendizaje todo discípulo será como su maestro”. Sin embargo en Mt 10,24-25, como muestra el contexto, no se trata sólo de sabiduría, sino de vida, destino y suerte. El discípulo tendrá la misma suerte que su maestro, no una suerte mejor. De lo contrario, no sería más discípulo.
En cuanto a la vida, el discípulo no está por encima de su maestro ni puede alegar mejores condiciones. Tiene que conformarse con participar de su mismo destino, ser como él, o sea: odiado, calumniado, rechazado y perseguido.
A este contexto de participación en el destino de Jesús, pertenece también la sentencia sobre la cruz que el discípulo tiene que llevar detrás de él. Esta sentencia ha sido contextualizada por los sinópticos, partiendo de la iniciativa de Jesús, la respuesta de sus discípulos y la prohibición de Jesús de contarlo a otros (cf. Mc 8,27-30; Mt 16,13-15.20; Lc 9,18-21).

 La profesión de fe de Pedro respondía a la pregunta que les había dirigido Jesús: “¿Quién dice la gente que es el hijo del hombre?” y “¿Quién dicen ustedes que soy yo?”. Pedro respondió en nombre suyo y también de los demás. La respuesta de Mt es completa: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios viviente” (Mt 16,16). Esta profesión de fe ilumina el contexto del cambio decisivo en la vida de Jesús y de los discípulos. Con la confesión de la mesianidad de Jesús, explícitamente en Mt “Tú eres el Mesías” y de su filiación divina: “el Hijo del Dios viviente”, más implícitamente en Mc y Lc, los sinópticos afirman que los discípulos habían avanzado en la comprensión de la persona y de la misión de su maestro.

 Después de esto, Jesús comenzó a anunciar abiertamente que tenía que subir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser muerto y resucitar al tercer día (cf. Mc 8,31-33; Mt 16,21-23; Lc 9,22). Pero el anuncio de la Pasión es inaceptable a los oídos de los discípulos, y Pedro siente la necesidad de reconducir al Maestro, que se habría extralimitado en su afirmación. Por ello, recibe una respuesta dura de parte de Jesús: “Ponte detrás de mí, Satanás, porque no piensas según Dios, sino según los hombres” (Mc 8,33; Mt 16,22-23).
Jesús no tiene intención de alejar de sí a Pedro, sino invitarlo a ponerse nuevamente detrás de él. La expresión “Ponte detrás de mí” (Mc 8,33; Mt 16,23) hace pensar nuevamente en la llamada inicial de Jesús, dirigida a Pedro y a Andrés: “Vengan detrás de mí” (Mc 1,17; Mt 4,19). Tal vez hay en esta segunda expresión una invitación a replantear la vocación inicial. Pedro, como discípulo aventajado, cree tener el derecho de corregir a Jesús delante de los demás compañeros. Tal vez, como los discípulos de los demás rabinos, Pedro cree llegado el momento de ser él mismo un maestro. Pero escucha nuevamente la invitación a retomar su puesto de discípulo. La frase de Jesús dirigida a Pedro podría significar “Regresa a tu puesto de discípulo, detrás de mí”. Si Pedro quiere permanecer discípulo de Jesús y seguirlo, tiene que renunciar a sus proyectos humanos, que no son según el plan de Dios.

 Después de esta amonestación Jesús invita a los discípulos, a la gente y a todos a seguirlo llevando la cruz como forma de participar más de cerca de su destino (cf. Mt 16,24; Mc 8,34; Lc 9,23).
Jesús pide a quien se pone en su seguimiento, que renuncie a sí mismo, con una renuncia radical a su propio yo, con todas las tendencias egoístas, hasta llegar al sacrificio de la propia vida. Jesús acepta la voluntad del Padre que tiene prevista su Pasión, Muerte y Resurrección anunciada en los versículos precedentes, y se prepara para la misma. Los que lo quieren seguir deben estar dispuestos, con los mismos sentimientos de autorrenuncia, a participar en la misma suerte.



Para la animación grupal


Resumen: Seguir a Jesús es participar de su destino

Seguir a Jesús significa entrar en una comunión estable de vida con él. Comunión de vida y envío a la misión están íntimamente unidos. Esta realidad constituye un don irrepetible para los discípulos. La misión no puede realizarse sin este “estar con Jesús”, que capacita al apóstol para representar verdaderamente a su maestro.

 Jesús vivió día y noche con sus discípulos, quienes podían observarlo, estudiar su manera de actuar, de orar y su conducta en lo concreto de la vida y en las situaciones más complejas. A través de esta vida en común Jesús formó a sus discípulos para la misión a la cual los había llamado.
 Seguir a Jesús significa también participar de su destino. Este es un componente fundamental del seguimiento de Jesús, que completa y perfecciona los demás elementos.
 Jesús pide a quien se pone en su seguimiento, que renuncie a sí mismo con todas sus tendencias egoístas, hasta llegar al sacrificio de la propia vida, como él.


Pensar la propia vida

 ¿Cómo percibes tu relación con Jesús: es una relación cercana, cálida, o más bien distante, fría…?
 ¿Qué desafíos te propone Jesús a través de esta Palabra?
 ¿A cuáles tendencias egoístas tendrías que renunciar preferentemente, para seguir más de cerca a Jesús?


Pensar la comunidad

 ¿De qué forma expresamos como comunidad nuestra comunión de vida con Jesús, el Maestro?
 ¿Qué actitudes necesitamos potenciar para evidenciar nuestro seguimiento de Jesús como comunidad?
 ¿Nuestro proyecto personal y comunitario coincide con el proyecto del Reino de Jesucristo y su mandato misionero?

Orar la vida

Quiero seguirte, Señor:
A pesar de las incomprensiones de los demás.
A pesar de mis momentos débiles.
A pesar de las horas de cansancio.
Quiero ser dichoso con los que te siguen
con corazón sencillo.
Con los pobres que sienten necesidad de Ti.
Con los que sufren en su caminar por la vida.
Con los que trabajan por implantar la justicia.
Con los de corazón puro.
Con los que llevan consigo la paz y la transmiten
Quiero seguirte, Señor. Amén.

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